martes, 29 de septiembre de 2009

Sus caricias poseían una extraña cualidad. Unas veces eran suaves y evanescentes, otras, fieras...caricias de animal salvaje. Había algo de animal en sus manos, que recorrían todos los rincones de su cuerpo, y que tomaron su sexo y su cabello a la vez, como si quisieran arrancárselos, como si cogieran tierra y hierba al mismo tiempo.

Cuando cerraba los ojos sentía que él tenía muchas manos que la tocaban por todas partes, muchas bocas tan suaves que apenas la rozaban, dientes agudos como los de un lobo que se hundían en sus partes más carnosas. Él, desnudo, yacía cuan largo era sobre ella, que gozaba al sentir su peso, al verse aplastada bajo su cuerpo.
Deseaba que se quedara soldado a su cuerpo, desde la boca hasta los pies.

Delta de Venus

1 comentario:

una aparición que suena dijo...

Desde el sur te mando saludos niña.

Un placer haberte conocido y escuchado.

Hasta cuando sea.


Ezequiel.